Cabañeros, en Ciudad Real, era nuestro destino para este fin de semana
en la primera quincena de marzo. Y con ese objetivo me tomé el viernes de
permiso. Así, en la primaveral tarde del jueves partimos rumbo a Navas de Estena localidad situada en la
zona norte del parque para pasar la noche allí y ya a la mañana del día
siguiente comenzar nuestra toma de contacto.
Prácticamente todo nuestro
recorrido desde casa lo hicimos por autopista para dejarla unos kilómetros
antes de nuestro destino, pero circulando siempre por buenas carreteras
exceptuando el tramo final ya acercándonos al parque. Aquí se estrecharon
considerablemente. Coincidiendo con esto, el paisaje se transformó y
discurrimos entre extensas zonas de matorral y vegetación baja con unas preciosas
vistas a unas grandes extensiones llanas, dehesas, donde las encinas salpicaban
esta planicie cerrada por suaves elevaciones. Aunque había sido un invierno
seco, el verdor predominaba en el paisaje y en las cunetas el brezo blanco y
malva había florecido.
Sin mayores problemas llegamos al
atardecer a nuestro destino y buscamos un lugar donde dormir tranquilos. El que
había sido seleccionado a través del google earth no nos pareció adecuado por
sus accesos así que decidimos investigar el propuesto por la aplicación
park4night, y nos gustó así que allí nos quedamos (39.499438,-4.518258).
Y en estas reflexiones el día
pareció “abrir” y lo pongo entre comillas porque únicamente observamos que
desaparecían las nubes bajas y que se iban abriendo tímidos claros que dejaban
entrever entre las nubes algún trozo de cielo azul. Así que decidimos acercamos
para iniciar lo que sería la ruta de hoy, la Senda del Boquerón de Estena
que comenzaba al lado del camping en
esta misma localidad.
Dejamos atrás el camping y junto
a él estacionamos la autocaravana en un pequeño aparcamiento. Inicialmente yo
había pensado que este lugar estaba dentro de los límites del parque nacional por
lo que la pernocta no estaría permitida, pero lo cierto es que creo -y
subrayo creo-, que el límite aparece un poco después por lo que de ser así,
podría ser posible pasar la noche allí. Eso sí, en medio de la nada con la
valla del camping al lado.
Descendimos unos metros por una
ancha pista forestal hasta las márgenes del río donde unos sombrajos que cubrían
unas plazas de aparcamiento para turismos marcaban el final. De aquí mismo, y
tras cruzar un pequeño puente, parte la senda de unos 6 kilómetros, fácil y
llana que transcurre por los márgenes del río Estena.
Disfrutamos de un tiempo un poco
revuelto y en nuestro camino vamos dejando atrás un paisaje hermoso poblado de
una vegetación típica mediterránea de encinas, alcornoques, quejigos, jaras,
fresnos, sauces etc. Paneles
informativos en determinados puntos nos dan explicaciones de lo que podemos
observar a nuestro alrededor.
Al margen del interés geológico
de la zona, con formaciones originadas por la erosión, también podemos observar
restos fósiles, sobre todo casi al final del recorrido, donde se pueden
apreciar algunas huellas fósiles de cuando esta región estuvo sumergida bajo el
mar hace 400 millones de años (unas rizaduras de mar y huellas de algún gusano
marino).
A lo largo del camino cruzamos el
río otra vez por un puente. Este punto quizás es el más hermoso del recorrido,
junto con su final.
De la fauna de la zona, a parte
de algunas aves como rabilargos, pudimos disfrutar de la fugaz visión de un
galápago que tomaba el sol sobre una roca en el río, pero pese a la distancia y a que me moví muy despacio bajo
las aguas del río.
Ya en el final, nos sentamos disfrutando
de la belleza de la zona y de la paz del lugar. Soledad completa exceptuando
tres personas que llegaron aquí detrás de nosotros y que nos avisaron de la
multa por llevar el perro suelto, 7.000 euros. Angel se lo creyó, pero yo lo
dudé sobre todo al compararlo con las sanciones por infracciones mucho más
graves que llevar un perro de 11 años y
7 kg suelto por un parque en el que hoy, viernes en la mañana, no había
nadie. Pero, Angel decidió atarla. ¡Pobrecilla, con lo que disfruta ella!.
Regresamos por el mismo camino
que habíamos traído acompañados por un tiempo que había mejorado
considerablemente.
Y de nuevo en el aparcamiento
decidimos poner rumbo a Horcajo de los Montes, en la zona
suroeste del parque. Aquí podíamos llegar por dos carreteras: la CM 4017 que lo
atraviesa casi por el centro, o por la
CM-4157 que lo hace por su zona noroeste. Desde la oficina de información del
parque nos dijeron que ésta última carretera era mucho más bonita, más húmeda, con
mayor variedad de vegetación y aunque la veíamos de diseño retorcido, tenía
ancho suficiente añadiendo la temida frase de “circulan camiones” lo que a mi no me
produce ninguna tranquilidad, sino todo lo contrario ya que pienso en que puedo
llegar a cruzarme con uno de ellos.
Así nos decidimos por la segunda
opción, siempre la más difícil, pero las
más bonitas. El navegador se empeñaba una y otra vez en enviarnos por otro
camino. No reconocía el que llevábamos y no trazaba una ruta alternativa sino
que nos enviaba a dar la vuelta “cuando fuera posible” de manera insistente, así que optamos por
desconectarlo.
Y es que en parte tenía razón ya
que la carretera era muy estrecha y en mal estado. Yo aún dudo de si hubiéramos
cabido con un turismo al cruzarnos, y peor pensar en la posibilidad de
encontrarnos con un camión como
dedujimos que podía ser por la madera cortada y depositada en el suelo y
algunas señales que indicaban la salida de camiones. Pero como suele ocurrir, muy hermosa, con bonitas
vistas y cuajada de vegetación, encinas y alcornoques mayormente, de los que
colgaban líquenes y entremezclados entre vegetación baja de jaras y otras
especies. Y muy densa. Creo recordar que no sacamos más de 20 km/h como
velocidad media y tardamos mucho en recorrer este rincón del parque,
prácticamente deshabitado, exceptuando algunas dehesas espectaculares.
Frente a una de ellas, en el
primer gran claro que encontramos, decidimos parar a comer. Ya nos sentíamos un
poco más relajados ya que el paisaje parecía más abierto y la carretera no tan
estrecha o al menos había sitios donde poder apartarse, lo que hasta aquí casi no había sucedido en
todo nuestro recorrido.
Curiosamente, y al igual que me pareció la primera vez que vi un cortijo andaluz, a primera vista parecía un pequeño pueblo, pero no era así. Parecían dedicarse también a la cría de caballos.
Después de comer ya bajo un
luminoso sol, decidimos continuar nuestro camino hasta Horcajo de los Montes
para pasar la noche allí y luego a la mañana siguiente hacer la Senda de la
Plaza de los Moros que partía desde aquí. La carretera dejó de ser sinuosa y la
vegetación se convirtió en vegetación baja, compuesta principalmente por
matorral.
Una vez en Horcajo de los Montes
no encontramos ningún sitio que nos gustara para pasar la noche. Nos acercamos
al centro de visitantes del parque con un hermoso aparcamiento y en un lugar
muy tranquilo, pero nos dijeron que por la noche lo cerraban y conectaban las
alarmas por lo que no era posible pernoctar dentro de él.
Así que pusimos rumbo hacia Alcoba a unos 20 km de aquí y donde yo
tenía localizada una zona a través de park4night en un área recreativa a las
afueras del pueblo.
Mientras circulábamos hacia allí
reflexioné sobre lo curiosa que me
resultaba esta zona, ya que los pueblos
son grandes y llenos de vida, sobre todo si los comparamos con los castellanos,
que a estas alturas del año suelen estar medio vacíos. Aquí se veían muchas
casas abiertas y abundaban los distintos tipos de comercios. También rebaños de
ovejas y vacas. Agricultura por aquí
vimos muy poca o casi nada. Únicamente explotación del corcho de los
alcornoques y ganado.
En nuestro destino ya, Angel eligió la proximidad al polideportivo
para ser más discretos, ya que en el área recreativa donde había mesas que
salpicaban grandes encinas estábamos un poco más expuestos. Junto a él dejamos
la autocaravana y decidimos estirar un poco las piernas. Al salir una sinfonía
de balidos del rebaño de ovejas que
habían “cerrado” en el campo de futbol me alarmó y le comenté a Angel que en esas condiciones no podíamos
quedarnos allí. Todas asomaban sus cabezas balando incesantemente, pero por
suerte, mientras que dábamos nuestro paseo debió llegar su dueño y trasladarlas,
así que decidimos quedarnos junto a una enorme encina a las puertas del
polideportivo. (39.253799,-4.477650)
Tras una tranquila noche,
partimos a la mañana siguiente de regreso a Horcajo de los montes para hacer la
senda.
Un camino cómodo sale un poco
antes de llegar a Horcajo y nos dirige a un aparcamiento (39.319816; -4.637938)
donde dejamos la autocaravana.
Tomamos un ancho camino que
discurre paralelo y por encima a la carretera que ayer nos llevó al centro de
interpretación de Horcajo. El romero está ya en flor y la retama también
llenando de color ambos lados del camino. Pero, si bien la senda era fácil, nos
resultaba aburrida así que decidimos no terminarla y regresar sobre nuestros
pasos justo cuando comenzaba una pequeña pendiente.
De vuelta a la autocaravana
decidimos ahora iniciar el regreso pero esta vez atravesando el parque por la
mitad, por donde no lo hicimos ayer. Y no sé como, al ver en algún sitio el nombre
de Santa María de Melque, me recordó algo. Tras dedicar unos minutos a
investigar, recordé que se trataba de una iglesia visigoda en Toledo que tenía
anotada para visitar en el futuro. Y prácticamente nos pillaba de camino haciendo
una pequeña desviación así que decidimos visitarla y comer allí.
Por carreteras muy aburridas y
algo desoladas, tomamos una estrecha que
salía a nuestra derecha con
“apartaderos” y que nos depositó casi a las puertas de este pequeño complejo
que en su día fue un monasterio con todas sus dependencias (39.750649;
-4.373477).
Y en un pequeño aparcamiento al
sol dejamos la autocaravana para descubrir una de las iglesias más
impresionantes y bonitas que conocemos.
Se trata de uno de los monumentos
mejor conservados de la España altomedieval. Data de los siglos VII y VIII, al
final del reino visigodo, y nació
como un conjunto monástico. Construida en sillería de granito de enormes piezas
irregulares ensambladas en seco y muy
bien trabajadas, tiene un aspecto de
extremadamente robusta. Su aspecto
recuerda al acueducto de Segovia.
Sus muros llegan a alcanzar un
espesor de 1,40 metros. Y su interior nos sorprende. Parece que hayamos
atravesado una puerta que nos conduce a la alta edad media. Paseamos por su
magnífico y sencillo interior admirando este ejemplo del mundo romano con
elementos de edificios orientales de Siria y Jordania según leemos después.
Parece ser que en un principio pudo ser un mausoleo destinado al
enterramiento de un alto personaje del Reino Visigodo de Toledo.
Pero la visita a este enclave no
termina ahí. Porque la iglesia formó parte de un gran monasterio, erigido a
finales del s. VII, poco antes de la conquista islámica. Sobrevivió a la misma,
primero como comunidad religiosa mozárabe. Más tarde, como aldea musulmana, que
usó el templo como fortaleza, añadiéndole una torre cuyos restos aún son
visibles. Cuando el rey Alfonso VI conquistó Toledo, la iglesia recuperó su
función litúrgica, sin perder la militar, quedando como testigos los restos de
murallas y un poblado que sólo llegó a desaparecer con la desamortización de
finales del s. XIX.
Así al lado de la iglesia hay
diversas estancias con exposiciones que han querido presentar los datos que
permiten comprender la historia y la evolución del Sitio Histórico.
El conjunto dispone de una zona
con bancos y mesas bajo techo donde poder disfrutar de un buen almuezo.
Nosotros tomamos el nuestro en el
interior de nuestra autocaravana para tras descansar un poco, retomar nuestro
regreso a casa.